La evaluación se conformó históricamente como un instrumento
ideal de selección y control. Con ella se trató de concretar formas de control
individual y su extensión a formas de control social.
En el siglo pasado aparece como actividad y técnica cuyo
nombre fue examen, que pretendía valorar los conocimientos que
poseían los alumnos después de la enseñanza impartida. De la misma manera, se
denominó a la habilidad para relacionar y aplicar las adquisiciones logradas
por los aprendices y la adecuada exposición de las mismas.
Constituye así un valioso instrumento didáctico para controlar el
aprendizaje que realizan los alumnos y además un medio de información de la
manera en que se desarrolló la actividad académica para revisarla y
reorientarla.
Ya en el siglo XX aparece el término test reemplazando
al de examen.
El test es considerado entonces, como un
instrumento científico válido y objetivo, que podría determinar una infinidad
de factores psicológicos de un individuo, como la inteligencia, las aptitudes e
intereses y el aprendizaje.
La evaluación educativa ha nacido y se ha desarrollado en
el siglo XX al amparo de la Psicología Experimental. Se la concibe como una
actividad sistemática integrada dentro del proceso educativo, y su finalidad es
la optimización del mismo. Tiene por objeto proporcionar la máxima información
para mejorar este proceso, reajustando los objetivos, revisando críticamente
planes, programas, métodos y recursos, facilitando la máxima ayuda y
orientación a los alumnos.
Asimismo, permite elevar la calidad del
aprendizaje y aumentar el rendimiento de los alumnos; de esta manera la
evaluación hasta entonces considerada como un acto meramente sancionador, se
convierte en un acto educativo.
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